¿No es un espectáculo poder ver a los gigantes que llegan a superar los 20 m de largo y las 40 toneladas de peso, transitando con sus movimientos y sus sonidos en las hermosas aguas del pacífico?
Hace unos días me embarqué en una aventura que me cambió la forma de ver la vida. El navegar en aguas del océano pacífico durante 3 días, el poder aprender de la comunidad de La Sierpe, conocer los guardianes que habitan sus aguas y explorar el mundo que queremos proteger, me enseñó que la vida siempre sabe más.
El avistamiento de ballenas jorobadas es una de las actividades turísticas más importantes para la región pacifica, al ser esta una de las principales fuentes para su economía. Sin embargo, esta actividad se convierte en una amenaza al no realizarse de manera sostenible causando daños irreparables al ecosistema.
Estos cetáceos que se ven tan inmensos, pero llegan a ser más vulnerables que nosotros, llegan a las cálidas aguas del pacífico colombiano de junio a noviembre para aparearse y dar a luz a sus crías, enfrentándose día a día a múltiples problemáticas realizadas por la humanidad. El turismo descontrolado, la contaminación acústica producto del ruido de los motores de las embarcaciones, la pesca incidental, las redes fantasmas que hacen que queden encalladas y el cambio climático, hacen parte de las razones que ponen a estos grandes del océano como uno de los principales mamíferos más amenazados en nuestro país.
Al llegar a mar adentro nos dimos cuenta de la falta de regulación por parte de Parques Nacionales Naturales de Colombia y de la DIMAR en el control de embarcaciones que salen a practicar avistamiento de ballenas en la región. Fueron 13 embarcaciones de procedencia del Puerto de Buenaventura y Juanchaco las que pudimos contar en un lapso de 30 minutos, lanchas que no respetaban una distancia recomendada, mucho menos una velocidad lenta, las cuales realizaban un seguimiento desmedido con aras de tomar una fotografía, interviniendo en su nado.
Ese largo camino que recorren desde la Antártida hasta Colombia cada 265 días, no es gratuito, es necesario para la sostenibilidad de nuestro planeta. Por lo tanto, estos mamíferos cruzan un camino lleno de obstáculos y peligros, pero sobre todo recorren una vía de libertad que debemos proteger.
A partir de este recorrido por el territorio, pude enfrentarme cara a cara con una gran problemática que debemos atender con urgencia. La regulación de estas prácticas turísticas en la región, deben realizarse de forma responsable, sostenible y siempre primando por el bienestar de las ballenas y sus ballenatos. Lo anterior me deja un gran interrogante ¿seremos entonces capaces algún día cambiar nuestras costumbres para poder convivir con ellas en su entorno protegiendo su camino a la libertad?
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