La posesión de los parlamentarios en el Congreso solo denota la victoria de las redes sociales y los medios de comunicación masiva sobre nuestras vidas. La mayoría son inexpertos en la política pública, mas se configuraron como activistas y figuras mediáticas.
Estos brindan una cara joven y renovada al Congreso, donde son fiel reflejo de la juventud a la que representan: un conjunto de inexpertos que con la indignación y la emotividad sulfuran a su público para que su excitación los haga virales. Los nuevos congresistas han logrado sus puestos a través de los discursos superfluos, los eslóganes repetitivos y consignas sencillas; no tienen detrás un corpus filosófico, histórico o jurídico. Empero, estos sí tienen una fuerza literaria que les hace llegar a tantas personas.
No son nada más y nada menos que figuras trágicas, aquellos que buscan representar al impotente, desahuciado y dolido colombiano que no puede hacer nada ante las fuerzas de la oligarquía colombiana que le exprime y evita que llegue a una vida idílica con su comunidad.
Ahora, sabemos que esto no es así, pues la mayoría de estos nuevos congresistas son universitarios, residentes urbanos y no vivieron aquello de lo que hablan. A lo mucho, son unos espectadores de la dura realidad del narcotráfico, el desplazamiento forzado y el conflicto armado en el país. Empero, estos derivan cierta fuerza moral de su perspectiva de estos sucesos y desean recontarlos a la luz de sus ideologías. Lo anterior le da una impronta actual al pasado, ya los sucesos no son como fueron, sino como ellos los contaron; aquí se ve la importancia de las historias y cómo se cuentan. Estos congresistas que con sus cortometrajes en Tik Tok y videos en Youtube buscan darle un sentido al pasado solo están ocultando aquello que desean mostrar: al pueblo colombiano.
Ya los protagonistas de estas historias no son quienes las sufrieron y hoy día siguieron sus vidas, sino estos activistas que pretenden darles nuevas luces a estos fenómenos. Ya la historia no es la que importa, sino el narrador. Esta es una expresión de narcisismo que sufren quienes no ven las cosas como son, sino como ellos son, lo cual es típico de quien no tiene una búsqueda desinteresada de la verdad, sino que posee toda una carga ideológica o pasional que se imprime sobre los sucesos.
Este suceso es trágico, en cuanto distrae la atención del colombiano común que no es representado por esta minoría de activistas que están en el Congreso. Sin embargo, esto no es nuevo. El mismo sistema parlamentario está configurado para que haya una división entre las personas por diversas ideologías. La naturaleza del Congreso es una generadora de escisiones.
Es muy sencillo de explicar, los partidos políticos en el sistema colombiano se sostienen por la personería jurídica que les endilga el Consejo Nacional Electoral. Estos escogen a sus candidatos por listas cerradas y se postulan para ciertos cargos, los que solo pueden alcanzar con mayorías en unas elecciones. Ahora, hay muchos partidos políticos en nuestro país y más candidatos aun, los cuales nadie conoce bien. Si uno mira a un tarjetón, no se puede señalar qui