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Camila Aguilera Ríos

Positividad tóxica: una epidemia cultural

Siendo honestos, nunca pasa que todo es perfecto todo el tiempo. Hay días malos, no siempre estamos vibrando alto y las personas tenemos derecho a estar enojados. Disney nos lo dijo en Inside Out: podemos sentir alegría, tristeza, miedo, desagrado y, obviamente, furia. ¿Quiénes seríamos sin vivir las emociones como vienen a nosotros? La magia de los procesos está en aprender a conectar con eso que sentimos.


Ese es mi problema con la positividad tóxica. Nos obliga a reprimir emociones y a ver el lado bueno a las cosas (todo el tiempo, bajo cualquier circunstancia) y, en últimas, solo nos lleva a tener más problemas para adaptarnos a la vida real. Es una trampa que se disfraza con frases bonitas y posts con colores llamativos.


De acuerdo con investigadores como Laura Sokal, la positividad o positivismo tóxico se define como la generalización excesiva de un estado mental positivo, promoviendo el desplazamiento de cualquier emoción contraria, desconociendo el estrés, el miedo y lo negativo. Y aunque verle el lado bueno a las cosas no es algo malo per se, existen estudios que demuestran suprimir emociones legítimas y validas como la rabia o la tristeza, solo llevan a que, más adelante, debido a las respuestas emocionales ignoradas, se generen reacciones más intensas ante ciertas situaciones.


O sea, nos imponemos una actitud positiva falsa, generalizando un estado de felicidad perpetuo que realmente no existe porque no todas las situaciones ameritan sentirnos de esta manera.


Mark Manson, bestseller #1 del New York Times, ya lo dijo en The subtle art of not giving a f*ck: "cualquier intento de escapar de lo negativo —evitarlo, sofocarlo o silenciarlo— fracasa. Evitar el sufrimiento es una forma de sufrimiento. La negación del fracaso es un fracaso".


Las redes sociales están inundadas de mensajes que impulsan ese positivismo tóxico excesivo que, además, raya en el privilegio de creer que si lo quieres, puedes lograrlo, ignorando las realidades sociales del mundo y de cada individuo. El Lucky Girl Syndrome, la manifestación sin impulsar acciones para lograr objetivos, pedirle a personas pasando por duelos o pérdidas que vean el lado positivo de lo que sucede, entre otras, son muestras del daño que nos puede generar esa creencia de que basta con creer algo para que suceda, o que las emociones negativas son desechables, que cada cosa que pasa tiene algo bueno q