Parece ser que nuestra costumbre al ‘buen fútbol’ por parte de la Selección Colombia se convirtió en la excusa perfecta para cambiar técnicos que no le convinieran a la directiva de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF, en adelante). Cada vez que el equipo nacional se enfrentaba a una derrota, o una racha de malos resultados, se armaba la tormenta perfecta en contra de los técnicos: el afán de buenos resultados, la presión mediática, la presión de la hinchada y las tensiones dentro del camerino -aunque este no fue tan fuerte como los primeros-.
Una de las principales consecuencias de este ‘populismo punitivo’ a los técnicos es la eliminación del Mundial de Catar 2022, reflejada en el mal rendimiento del equipo durante las Eliminatorias. La sospechosa salida de Pékerman tras el Mundial de Rusia 2018, junto con la escandalosa salida de Carlos Queiroz, luego de la goleada 6-1 contra Ecuador, y los malos resultados del “esperanzador” proceso de Reinaldo Rueda son apenas la punta del iceberg de una gran red de intereses personales que ponen como medio al combinado nacional.

La eliminación de Catar 2022 es el reflejo de un mal proceso administrativo de años (AFP, 2022). Para entender esta cuestión, se debe retroceder un par de años atrás, cuando José Néstor Pékerman llegaba a dirigir a la Selección. El famoso técnico argentino fue pedido, de primera mano, por el entonces presidente de la FCF, Luis Bedoya, con el primordial objetivo de clasificar al mundial de Brasil 2014. De la mano del ‘profe’ Pékerman, el combinado nacional consagró su mejor participación en mundiales, llegando a los cuartos de final con un juego vistoso y teniendo en el equipo al mayor anotador del torneo, James Rodríguez.
No obstante, al año siguiente, la corrupción del Fifa Gate comenzaba a caerse por su propio peso. Cada día, más y más dirigentes eran investigados fruto de la concesión fraudulenta de contratos sobre derechos televisivos. Bedoya -también vicepresidente de la CONMEBOL- no tardaría mucho en caer investigado y en 2015, un año después del mundial, renunciaría sospechosamente de la dirigencia de la FCF. Su propósito: viajar a Estados Unidos a negociar con el FBI su entrega con el beneficio de una reducción en la pena.
Mientras tanto, “nuevas caras” llegarían a las directivas de la FCF: Ramón Jesurún -presidente- y Álvaro González Alzate -vicepresidente-. A pesar de que Pékerman volvería a cumplir con el objetivo de llevar a Colombia a un mundial -Rusia 2018-, su relación con los nuevos directivos no iba a ser la mejor. Antes bien, esta se iba a deteriorar notablemente debido a la poca injerencia que el cuerpo técnico le permitía tener a los directivos sobre el equipo, a tal punto que Pascual Lezcano -empresario del mánager argentino- era el encargado de gestionar la logística del combinado cafetero.
En mi perspectiva, Pékerman comprendió muy bien que debía hacerse la distinción entre la parte deportiva y la administrativa dentro de la FCF. Así mismo, al aislar a las directivas del equipo, previno que estos se usufructuaran de este -más de lo que ya lo hacían por medio de la publicidad- o que influenciaran a los jugadores para hacerle ‘cajón’ al director técnico, en un eventual caso. Sin embargo, esta precaución significó la cabeza del argentino y su cuerpo técnico tras la derrota frente a Inglaterra en el Mundial 2018, bajo la cual las directivas argumentaron que el equipo había jugado mal ese mundial y que ya había que ponerle fin al “ciclo Pékerman”. Como siempre, por el afán de resultados, imperó el ‘populismo punitivo’ y se retiró forzosamente al argentino mientras Arturo Reyes, uno de los preferidos de la junta, fungía como director técnico interino de la selección absoluta. Todo esto, al tiempo que comenzaba a destaparse la polémica por sobre costos en la reventa de boletería para las eliminatorias del Mundial de Rusia, escándalo en el que saldrían salpicados algunos directivos de la FCF.
Entonces, si la excusa para haber sacado a Pékerman era darle un mejor juego a la Selección y aumentar su nivel, era preciso traer a un nuevo técnico de renombre, con amplia trayectoria y con el apoyo de resultados. El escogido por Jesurún y su junta fue el portugués Carlos Queiroz, técnico en 4 mundiales y asistente en el Real Madrid y en el Manchester United de Sir Alex Ferguson.

Carlos Queiroz durante su presentación como nuevo técnico de la Selección Colombia (Radio Nacional de Colombia, 2019) El primer año de Queiroz, si bien no fue el más destacado, tampoco fue un “año de aprendizaje” como el de Iván Duque en la presidencia o uno de escepticismo, como el de Rueda. El portugués manejaba un esquema táctico de 4-3-3, al que le adicionaba un interesante proyecto de renovación de plantilla y promoción del fútbol colombiano. Claro, el nivel de la liga local debía ser mejor y la presión ejercida desde la cabeza del cuerpo técnico de la selección absoluta no iba a ser una voz sin eco. No obstante, en este año también comenzaron las tensiones entre las directivas y el técnico. Esta vez, debido a que Queiroz no contaría con James como eje central del equipo, algo que no fue bien recibido por el presidente Jesurún.
Si algo es claro, es que la presencia de James puede que ayude a vender más boletas y darle un mayor marketing a la Selección -más dinero-, pero no implica que necesariamente ponga a jugar al equipo de una mejor manera. Queiroz entendió esto y prefirió unos mejores resultados, creando una identidad de juego, a poner un par de billetes más en los bolsillos de la FCF. Por lo tanto, el ‘10’, quien antes era indispensable para el conjunto, ya no lo era; y más aun, el equipo jugaba bien sin él. Una vez más, el técnico tenía control sobre el equipo y no permitía la injerencia directiva dentro de este. Sin embargo, la ‘dicha’ no le duraría mucho. El equipo nacional perdió dos partidos de Eliminatoria de una forma escandalosa: 0-3 de local frente a Uruguay y 6-1 visitando a los ecuatorianos. Una vez más, el ‘populismo punitivo’ cayó sobre la Selección Colombia y la cabeza de Carlos Queiroz rodó en medio de un mar de incertidumbres.
Después de unos meses de su salida, Queiroz señaló a González Alzate -vicepresidente de la FCF- como máximo responsable de su partida del equipo colombiano. Ante estas declaraciones, no se descarta la posibilidad de que hubiera existido un ‘cajón’ al técnico portugués por parte de algunos jugadores del plantel motivados por los directivos. Arturo Reyes, por su parte, descartó esta hipótesis, aunque esto era de esperar, pues él es de los ‘preferidos’ de la junta directiva de la FCF, como se mencionó antes.
Ahora bien, si los técnicos extranjeros no habían funcionado para los intereses de la FCF y promovían una separación entre las directivas y el equipo, lo mejor era poner a un ‘hombre de la casa’ como timonel de la Selección. Así llegó Reinaldo Rueda, quien venía de hacer un buen proceso con el seleccionado chileno, representando la ‘esperanza’ que se había llevado Queiroz en las maletas. En efecto, con el colombiano en el banquillo, la ‘Tricolor’ rompió récords: 7 partidos consecutivos sin meter gol y sin tener un equipo consistente.
Esta es la punta del iceberg. Colombia está eliminada y nos veremos relegados a volver a vivir la magia de un mundial sin ver a nuestra Selección en él. Los causantes: unos dirigentes que supieron cómo usufructuar al máximo la popularidad de la Selección Colombia tras el exitoso Mundial de Brasil 2014. La marca vende, y ellos lo saben. Sin embargo, la marca no juega por sí misma. Si no se diferencia entre los procesos administrativos y los deportivos, seguirán fragmentándose los procesos del equipo, así como ruedan las cabezas de los técnicos “incapaces” de complacer los gusticos de los directivos de la FCF.
Hoy, Colombia está justamente eliminada, pues no pudimos salvarnos de nosotros mismos.
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