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¿Y si todos escribiéramos como Gabriel García Márquez?

Margarita Rosa Amin Barrios

El 10 de diciembre de 1982, Gabriel García Márquez pronunció su famoso discurso “Brindis por la poesía” en Estocolmo, Suecia, tras recibir el Premio Nobel de Literatura. En este discurso, García Márquez nos revela lo que podría considerarse su propia carta magna de la escritura. Uno de los momentos más destacados es cuando dice: “en cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”. Esta afirmación nos invita a reflexionar sobre el compromiso artístico y humano detrás de cada palabra escrita. Pero también plantea una pregunta inevitable para quienes aspiramos a escribir: ¿es posible llegar a ese nivel de maestría literaria?


Quienes hemos leído sus obras y, como en mi caso, hemos llegado a analizar su discurso, sabemos lo abrumador que resulta siquiera imaginar redactar con la misma autenticidad, naturalidad y poder literario que él. García Márquez no solo escribía con destreza, sino con una capacidad de evocación y una conexión profunda con la poesía que parece inaccesible para muchos de nosotros. No existe un manual que nos enseñe a escribir como él; ni siquiera con poseer su habilidad con las palabras sería fácil replicar su autenticidad. Y, tal vez, ni siquiera deberíamos intentarlo.


¿Qué pasaría si todos lográramos escribir como García Márquez? Si cada uno de nosotros pudiera crear obras del calibre de Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera o Crónica de una muerte anunciada, sin duda el mundo sería un lugar más comprendido, más reflexivo. Sin embargo, esta idea, por más seductora que sea, es un ideal inalcanzable. No tenemos su genio, pero sí contamos con algo igualmente valioso: el tiempo.


El tiempo es un recurso que, a diferencia del talento innato, está a disposición de todos. Podemos dedicarlo a leer, aprender, y practicar el arte de la escritura. Tenemos tiempo para explorar estilos, perfeccionar nuestra técnica, y quizás, un día, lograr invocar esos mismos espíritus de la poesía que García Márquez menciona. No necesitamos ser una reencarnación de él para crear algo significativo; lo que necesitamos es la constancia y el empeño que vienen con el uso consciente del tiempo.


El proceso de convertirse en un buen escritor, como cualquier otra habilidad, no se basa solo en el talento, sino en la dedicación. Leer muchas obras, de diferentes géneros y autores, nos ayuda a entender las múltiples formas en las que las palabras pueden moldear la realidad. Tenemos tiempo para aprender a escribir, corregir, explorar diferentes narrativas, y, sobre todo, encontrar nuestra propia voz. Y aunque no tengamos cien años para hacerlo, lo importante es cómo decidimos utilizar el tiempo que tenemos.


El objetivo no es convertirnos en una réplica de Gabriel García Márquez, sino aprender de su obra, su disciplina, y su respeto por la poesía. Al final, no se trata de reencarnar al maestro, sino de demostrar que, con tiempo y esfuerzo, también podemos crear grandes cosas en el ámbito de la lectoescritura. Quizás, algún día, cuando estemos sentados en nuestro propio Macondo, rodeados de las palabras que hemos construido, podamos descubrir que la vida, como bien lo decía el coronel Aureliano Buendía, no es sino "una sucesión de oportunidades para sobrevivir." Que sea la escritura la mejor de ellas.


Foto tomada de: Sudamericahoy.com


Referencias

Gabriel García Márquez. (1982). “Brindis por la poesía”. Yo no vengo a decir un discurso. Editorial Mondadori.

 
 
 

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