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Análisis de sueño de un hombre ridículo



Cuando leemos “Sueño de un hombre ridículo” (Dostoievski, 2015) nos encontramos con el enfrentamiento del hombre hacia la nada. El personaje principal, un autoproclamado ridículo, es el arquetipo del hombre solitario y frío. Un hombre de mediana edad, que aparentemente, no posee nada que perder y cuya vida se ha banalizado por la rutina, no posee amigos con los que deliberar o confiar, ni posee una tierra a la que volver. Es el individuo soberano, que tras liberarse de toda “atadura” ha quedado completamente solo. No tiene más nada que perder, ni una razón por la cual vivir.


Al no tener un propósito mayor que si mismo y estar en una deplorable situación económica, el hombre ridículo se siente lejano a su mundo. Posee un trabajo y compañeros, pero no simpatiza con ellos ni los entiende, no tiene religión o un llamado mayor por el que luchar. Es un hombre ensimismado, tímido y soslayado por la separación que tiene del mundo y de sí mismo. Es el resultado de la sustracción de la trascendencia de un hombre.


El hombre ridículo percibe todo de manera fugaz, lejana y sombría. Es incapaz de comprender el amor o la existencia. Su único refugio se limita a la espera paciente en su sillón ante la nada misma, pues ha perdido la capacidad de pensamiento en esos instantes. Es el representante intimo de la “abulia” que no es nada más y nada menos que la pérdida de toda esperanza y la indiferencia. Este termino griego es la mejor descripción del extrañamiento del hombre con todo, el estado donde ya no hay propósito o fin. Allí donde ya no hay humanidad o amor, el lugar donde solo queda un pálido reflejo del hombre. Lo que lleva a que no solo desprecie a su prójimo, sino que se desprecie a si mismo; ya nada posee un valor intrínseco ni responde a una causa mayor.


La aplastante rutina, el continuo correr del tiempo y la falta de compañía es lo que lleva al hombre ridículo a considerar el suicidio. Si solo se vive para pagar cuentas y estar solo, no vale la vida. He aquí la trampa del ensimismamiento y de la falsa esperanza. Pues, la soledad es un sentimiento interno mas que una realidad externa. Me explico: un hombre puede estar rodeado de mil cabezas y aún así sentirse en un mar de soledad, mientras que otro hombre estaría recluido en un castillo completamente alejado de cualquier contacto humano, más la esperanza de reunirse con su comunidad le haría sentir esa proximidad. En particular, nuestro sujeto solo ve los días pasar sin que sea reconocido por nadie ni que reconozca a nadie. El hombre se vuelve un grano más en la arena y una gota más en el mar. Es un sujeto anónimo e irrelevante.


La falta de reconocimiento es otro tópico presente en el cuento. Donde no se mencionan nombres o relaciones algunas, se ve una perdida del sentido de humanidad completamente. No hay algún tipo de red o conexión significativa, sino que el mundo se vuelve muy impersonal y abstracto. Todo se muestra de manera detallada y precisa ante el hombre ridículo, como quien ve las cosas desde una distancia y no se involucra en ellas. Aquí el hombre pierde su personalidad y se vuelve un objeto impotente sobre el que actúan fuerzas extrañas. Se acaba la posibilidad de cambio o de mejora en la vida, pues no hay apropiación ni de uno mismo ni de las cosas. Este enajenamiento se muestra de las ensoñaciones y cavilaciones en que cae el personaje al dilucidar la posibilidad de apagar su conciencia y verla como algo ajeno. Lo cual se ve irrumpido por un gran choque, que es el sueño.

Este sueño lo cambia todo. Es el despertar de la conciencia propia tras su adormilamiento. No hay nada que revitalice mas al hombre que la cercanía con la muerte misma, incluso si es un acercamiento imaginario. Pues, la proximidad a la muerte lleva al reconocimiento de sí mismo: La mira a la propia muerte y la reflexión sobre la existencia más allá de la muerte. Se recobra el sentido de trascendencia de la vida, lo que llena de sentido y expulsa el enrarecimiento de sí mismo y del entorno. Se deja de percibir uno como un objeto para verse como un sujeto.

El sueño es un redescubrimiento de la inmensidad de la existencia y su belleza misma. Pues, al llegar a una nueva tierra, el hombre ridículo renace y mira a la posibilidad de amar. Ya sale de su indiferencia para empezar a admirar el mundo a su alrededor, ya no como un pasivo espectador, sino como un agente activo. Se pierde aquella impotencia, que da paso a la interacción abierta con el mundo y el hombre empieza a descubrir este camino.

La belleza de los paisajes, de la gente junto a la inocencia de quienes conocía conmovieron al hombre ridículo. Quien ya no podía estar de manera escéptica y cínica ante el mundo, sino que lo ve bajo un nuevo lente. No es que la realidad haya cambiado, esta es igual, quien empieza a cambiar es el.


El sueño materializa el reinado del amor y la armonía. Ya no se ve la indiferencia y la indolencia propios de los hombres, sino que hay un reconocimiento completo del otro como una persona con valor. Donde los habitantes de este nuevo mundo participan en una contemplación activa y la unión de la comunidad reemplaza la mirada pasiva y la soledad del hombre ridículo en su mundo. Se unen las personas en una espiral de amor que los lleva a vivir verdaderamente en El Paraíso, al punto de que cada cosa tenía su sentido y razón, todo lo que sucedía era un milagro y no producto de la mera casualidad. El hombre ridículo en su sueño aprende a vivir de frente y no de espaldas, su mirada hacia el mundo y a si mismo pasa de una completa abulia a un enamoramiento con la realidad. No en el sentido narcisista donde el hombre desea todo para si mismo y solo busca la saciedad de sus pasiones, sino en el sentido de entrega propia hacia el amor, la belleza y la verdad.


Pero a este bello sueño le llegó la mañana. De eso tan bueno no dan mucho, aunque en lo poco llena. Pues, el hombre ridículo dio la primera mancha de pecado a los habitantes de esta bella tierra. El inicio de la caída llegó con la mentira y el distanciamiento de la verdad, de donde surgió el primer homicidio causa de los recelos. Todo en una hermosa alegoría al relato del Genesis. Claramente recae el mal sobre el hombre, quien sale de una sinergia con su entorno para volverse egoísta. Donde el supuesto desarrollo del conocimiento los llevaría a una aparente felicidad, que es un eco de la promesa luciferina “y conoceréis el bien y mal, seréis como dioses”. De modo que el hombre llegaría a poseer un conocimiento sin amor, pues el demonio conoce mucho… pero no ama; así se volvieron los hombres corrompidos de aquel sueño. Quienes tras buscar la ciencia y olvidar el amor empezaron a odiar a su prójimo y a alabarse a sí mismos. Aquí empieza la soledad, se olvidan los hombres del bien y solo prevalece la fuerza en este plano. Ya que, a mayor fuerza habrá mayor dominio de los demás y el más fuerte hará que sus deseos se hagan la realidad, de modo que la violencia se vuelve la norma en la vida social. No solo en cuanto a fuerza corporal, sino en fuerza ideológica. Aquellos que creían poseer una comprensión superior de la realidad sometían a los demás y los acribillaban, todo se volvió un caos, y el culto al amor fue reemplazado por el culto al sufrimiento. De modo, que el hombre ridículo se siente culpable y desea un perdón, el cual no recibe de los hombres pervertidos que le ven como un idiota desadaptado. En ese preciso instante de dolor, se despierta el hombre ridículo.


Lo primero que hace este hombre es clamar a la Verdad y su único deseo es el de amar. Sin distinción alguna entre el uno y el otro, este hombre anhela la entrega pura de su ser a los demás. Rápidamente abandona la idea del suicidio y empieza a alabar al amor. El impacto sobre el hombre es tan grande que deja de ver al mundo y a sí mismo de la misma forma. El hombre ridículo ha renacido. Así, el hombre ridículo sale de su estupidez y llega a conocer el amor con el debido reconocimiento. Ya se mira a si mismo y a sus prójimos como personas de valor, empieza a mirar el milagro de la creación.

Bibliografía

Dostoievski, F. (2015). El sueño de un hombre ridículo. Queretaro: Par Tres Editores.



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