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EL SUSPIRO DE LA VIDA

Un día sin darte cuenta de repente CRECES

te sientes grande pero sigues siendo pequeño a veces,

las risas cambian por dudas y por planes,

las tardes largas por metas que no sabes.


Empiezas a andar caminos sin certeza,

con sueños nuevos y algo de tristeza.

Los juegos ceden lugar a decisiones,

y el alma aprende a lidiar con emociones.


Te enseñan poco sobre lo que viene,

sobre la ansiedad que a veces te detiene,

sobre las noches sin poder dormir,

pensando en todo lo que no puedes decir.


Las deudas llegan como si supieran tu nombre,

y ser responsable ya no suena tan noble.

El sueldo se esfuma antes de llegar,

y aún así sonríes para no preocupar.


Descubres que el amor no siempre es eterno,

que hay abrazos que se sienten como invierno.

Te rompen el alma con promesas vacías,

y el corazón se vuelve experto en cirugías.


La depresión se esconde tras una pantalla,

pones emojis felices mientras tu mundo estalla.

A veces te miras y no te reconoces,

vas por la vida silenciando voces.


Pero en medio del caos y del desconcierto,

hay luces pequeñas brillando en lo incierto.

Una risa, un amigo, un domingo sin prisa,

o una canción que justo te da la pista.


Porque crecer no es llegar, es ir andando,

con cada caída también vas despertando.

Y aunque el mundo te duela y pese la mochila,

tienes fuerza en el alma que nadie aniquila.


Así es la vida al borde de los veinte,

un campo minado, pero también sorprendente.

Y en cada paso incierto, en cada herida,

se escapa —silencioso— el suspiro de la vida.


Foto tomada de: 123rf


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