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Colombia, una reflexión sobre la nostalgia.



Fuente: DW.


Puede que pensar, y pensarse, como una sociedad referida o referenciada, si se quiere, por un sentimiento y emoción latente sea difícil de creer y sostener, cosa que tampoco pretendo. Sin embargo, ese pathos de nuestra esencia es tan recurrente que durante años y entre las balas, la muerte y la guerra se ha fundido en nuestras vidas desde la nostalgia.


La idea de una sociedad nostálgica, es la que alimenta la novela Los Ejércitos del escritor colombiano Evelio Rosero, donde la atmósfera construida por el pasado, la guerra y la ausencia misma; construye una reflexión tan profunda como la idea misma de nuestra propia existencia.


“(…) El agua se evapora completamente, la olla se quema; la delgada tira de humo se desprende de su fondo y me recuerda el árbol incendiado, el cadáver del gato. Bien, no fui capaz de preparar café; apagó la estufa, ¿y el tiempo?, ¿cuánto tiempo ha pasado?, no se escuchan más tiros, ¿cómo pasará el tiempo, mi tiempo, desde ahora?, el estruendo de la guerra desaparece (…)” (Rosero, 2007, pg.105)


Ismael, personaje principal de la novela, viejo profesor que vive sus últimos años en el pueblo donde enseñó a generación tras generación; por medio de quien el autor construye el arquetipo del pesimismo y la devastación como una huella que cargamos como rasgo común, se ve prontamente solo en su pueblo; la ausencia, la incertidumbre y el futuro más oscuro de la guerra se aproximan a él, de la misma forma en que lo ha hecho con nuestra sociedad.


San José, pueblo en el que vive Ismael, podría ser el —tal como lo es macondo de la obra de García Márquez— la construcción literaria de una realidad concreta como sociedad y sus padecimientos; el dolor, el conflicto, la ausencia y la nostalgia de ser y no poder olvidar, vive en San José y sus habitantes como vive su relato en las historias que ha dejado la guerra a lo largo de nuestro país. Con esa misma ausencia es que la novela, aborda la nostalgia como una ruptura del tiempo, en la que no se suelta el pasado sino que aprende a vivir con él. Mientras en el pueblo nadie camina, ni un alma sólo Ismael, que se queda en medio de la devastación y la ruina donde la ruptura de la vida y el tiempo hacen que la nostalgia se convierte en compañía e, inevitablemente, empieza a ser parte de nuestra vida.


Claro, seguramente la guerra no es la única causal de tal sentimiento colectivo, puede que la incapacidad por transitar a la paz, la constante ausencia de procesos transformadores que permitan sanar la herida abierta del conflicto sean partícipes de la construcción nostálgica de nuestra realidad. El gusto, por muy distintivo que se crea, hace parte de una idea colectiva o bien, de un sentimiento que se proyecta por sí mismo.


La producción de un gusto nostálgico o, lo que es lo mismo, el gusto por la nostalgia persiste en las dinámicas culturales que construyen nuestra narrativa común; el humor ha sido un mecanismo de protección; hemos decidió reír para no llorar. No afrontar se ha convertido en una carga que sigue marcando nuestra propia percepción. Las producciones ´reencauchadas´ que buscan ese pasado, que sin ser mejor, seguimos interiorizando como parte de nuestro presente y su tendencia a ‘romantizar’ la tragedia como parte de nuestra propia idiosincrasia.


Sin pretender tener la razón, creo —cómo lo hace Ismael—, somos una sociedad nostálgica, o bien, una sociedad que vive desde la nostalgia. La narrativa, el símbolo y la relación que tenemos con un pasado que sigue necesitando de procesos colectivos de perdón, duelo y cambio; hacen, y parten, de esa misma nostalgia. Puede que afirmar que somos una sociedad nostálgica o, pretender pensarlo así, no ayude a cambiar esa imposibilidad de ´cerrar heridas´, sin embargo puede ser una forma de mostrarnos que todavía existe mucho por sanar y por comprender de nosotros mismo y la tragedia de ser una nación a pesar de sí misma.


Nota: La información expresada en este artículo no compromete la voluntad de la Universidad del Rosario ni del Periódico Enclaustrados.


Referencias:


Rosero, E. (2007). Los ejércitos. Bogotá D.C (Colombia), Editorial Planeta.

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