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El caballero del swing

Notas musicales de salsa y merengue iluminan las canciones que interpreta el director del grupo musical “Los Fantásticos”, Guillermo Castro en las tardes de la carrera séptima.


Por Laura Sofía De La Rosa Ortiz


“A lo lejos se ve mi pueblo natal” se escucha justo antes de pasear por la Plaza de Bolívar en la carrera séptima del centro de Bogotá. Se ve a lo lejos un bailarín experto en salsa, un caleño con más sabor que el champús. Se trata de Guillermo Castro, un director de orquesta de cabello rizado, vestido de corbata, traje de paño, una camisa de oficina y unos zapatos hush puppies.


Toma con firmeza el micrófono y le sube el volumen al parlante, me dice que cuando termine la canción atiende mis preguntas, así que me quedo disfrutando del swing de este pianista, cantante y publicista de mirada noble y sincera. Cuando inicia la conversación me dice: “la corbata es italiana, me la trajo un amigo de una colección de la que ya completo media docena”.


Me acerco a la señorita Ada, una vendedora de cigarrillos que conoce muy bien a Guillermo, lo describe como una persona descomplicada con carisma y humor. De hecho, es uno de sus clientes frecuentes y con una sonrisa interrumpe Jefferson, vendedor de estuches para celular que asegura que no ha hablado con Guillermo pero que canta muy bien, le da buenas vibras y que él se encarga de darle vida a la entrada de la Plaza de Bolívar.


La charla continúa jocosa y no retira el contacto visual, dice que se la pasa en eventos, me da su tarjeta y confiesa que una de sus pasiones es la cocina. “Yo le jalo a todo, te cuento que antier hice frijoles con garra, ayer alitas con salsa barbecue y hoy cocinaré carne a la llanera”. Parece que se le hace agua la boca no más con nombrar la comida. Este director de orquesta, no solo dirige e interpreta un par de instrumentos, sino que como él mismo expresa en efecto es más preparado que un kumis, pues también estudió psicología por tres años y lleva treinta y cinco años trabajando en el centro.


Mira un poco a la nada del cielo bogotano, se entusiasma y afirma que es divorciado hace dieciséis años y que tiene una pensión por la música, pero agacha la mirada al expresar que de cinco hijos le mataron dos. Reconstruye su sonrisa, me dice que vive solo en Santa Bárbara y con un tono sarcástico confiesa que su exesposa lo dejó por un taxista.


Reímos juntos y me habla de su amigo Luis, un señor que después de engañarlo le roba el celular, pero que aún conserva la amistad. Luego, se expresa con las manos, recoge sus cosas, se despide y dice a lo lejos “hoy por mí mañana por ti”.


Foto tomada de: Orquesta filarmonia


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