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En defensa de los Consejos Estudiantiles



Muchos con solo leer el título de este artículo ya sienten un rechazo por lo que posiblemente sea su contenido. No es secreto que una masa de estudiantes tiene un repudio al sistema de los Consejos Estudiantiles, ya sea por los beneficios que obtienen sus miembros o por las acciones de personas que lo han integrado en el pasado. Sin embargo, en muchas ocasiones, este rechazo pasa de ser una opinión, a ser un sesgo auto confirmatorio. Es decir, las personas pasan de juzgar la efectividad del trabajo hecho por los representantes estudiantiles, a castigar al sistema de los Consejos en sí, junto con cualquiera que se lance como candidato, porque en el imaginario colectivo hay una asociación entre la candidatura y el egoísmo. Sin embargo, ¿me creería si le dijera que el sistema de Consejos Estudiantiles ha generado varios impactos positivos? Mi propósito con este escrito no es defender a toda costa a todos los representantes estudiantiles de todos los Consejos. No tengo el pleno conocimiento de cómo los representantes han desarrollado sus labores, es posible que haya algunos que han abusado de su posición. Este escrito busca explicar cuál es la verdadera naturaleza de los Consejos Estudiantiles, desde un análisis del poder, la participación política y los problemas de información.


Las elecciones de los Consejos Estudiantiles son un mecanismo democrático. En muchas ocasiones se asimila el odio que se tiene a los Consejos con el mismo que se tiene frente a los mecanismos democráticos a nivel nacional. Así como las personas tienen un repudio contra los congresistas, presidentes y alcaldes; de la misma manera lo tienen frente a los representantes estudiantiles. Lo anterior se debe a la ausencia del sentimiento de representatividad. Es decir, los seres humanos experimentamos sentimientos negativos cuando le damos poder a un grupo de personas y estas no retribuyen adecuadamente algo a cambio. Sin embargo, la mayoría de veces, las personas no comprenden que el poder que se da a los Consejos Estudiantiles no es el mismo que se puede esperar de otros cuerpos representativos. Si un representante estudiantil siente que tiene poder, está completamente equivocado.


¿Qué es el poder? El poder se puede definir como una relación. Es decir, un individuo tiene poder sobre otro porque le obliga a hacer lo que de otra forma no haría (Sartori, 2009). Una persona en una isla desierta no tiene poder, porque no tiene otro individuo con el que interactuar. Por otro lado, se dice que un alcalde tiene poder, ya que por medio de actos administrativos puede limitar las acciones de los ciudadanos. Para tener poder siempre debe haber un otro con el que tengo una relación y le puedo influir a hacer algo.


Los Consejos Estudiantiles, en su funcionamiento, tienen dos relaciones: (I) la relación Consejo-Universidad, (ii) la relación Consejo-Estudiantes. En ambas relaciones que tiene el Consejo, el poder que poseen es absolutamente mínimo. En la relación Consejo-Universidad, los representantes estudiantiles no tienen más posibilidades que presentar propuestas ante las directivas e informar las necesidades de los estudiantes. Un Consejo no puede coaccionar a la Universidad a tomar cierta conducta u otra, ya que esta última es la que tiene los recursos y los mecanismos jurídicos para tomar las decisiones. El Consejo por sí mismo no puede tomar decisiones estructurales sin la aprobación de la universidad. Por otro lado, en la relación Consejo-Estudiantes, los representantes no pueden hacer que los estudiantes tomen una decisión u otra, no pueden obligar a los estudiantes a ir a talleres, no pueden decirles como estudiar o que estudiar, al final esto depende del estudiante.


Este es uno de los grandes problemas que tienen algunas personas con respecto a la percepción que tienen con respecto a los Consejos: los juzgan como un ente creador, que debe cambiar ciertas dinámicas estructurales del entorno universitario, cuando en realidad el poder que tienen para cumplir con estas expectativas es muy bajo. El verdadero deber de los representantes estudiantiles son dos: (i) generar un matching adecuado entre las herramientas ya creadas por la Universidad y los estudiantes que las necesitan, por ejemplo, que los estudiantes que no sepan qué exámenes cumplen el requisito de inglés, tengan la herramienta rápida para acceder a esta información y (ii) presentarle a la Universidad, de manera precisa y detallada, los problemas actuales de los estudiantes y su posible solución.


La razón por la cual muchos Consejos Estudiantiles han fracasado es porque toman el papel de querer ser entes creadores de actividades, que quieren sonar llamativos y dinámicos, pero que no cumplen con las necesidades urgentes de las personas. A muy poca gente le interesa los concursos que hacen o las actividades de integración, cuando existen necesidades insatisfechas y los estudiantes solo buscan un puente de comunicación con la solución. Por esa costumbre que han tenido algunos Consejos de querer ser entes creadores de actividades, los estudiantes también han transformado su psicología a medir su eficiencia bajo ese parámetro, que sigue siendo igual de erróneo.


Entonces, ¿cuáles son los beneficios que mencioné al principio de este texto? En primer lugar, si se cumple a cabalidad las dos verdaderas tareas que expuse anteriormente, el entorno universitario será más favorable para que los estudiantes puedan alcanzar sus fines personales. Una persona no puede tener toda la información de las alternativas que tiene para resolver el sinnúmero de problemas que puede experimentar, ya sea porque no tiene el tiempo suficiente o por la incertidumbre de no saber dónde empezar a buscar. Los Consejos reducen ese costo de transacción y hace que el estudiante no se quede estancado en su problemática. El estudiante ya no tendría que gastar tiempo valioso y energía (que muchas veces se manifiesta en ansiedad) para encontrar la herramienta que necesita. En segundo lugar, entre el estudiantado y las directivas de la Universidad hay una gran asimetría de poder. Las directivas, al ser entes gestores que ven la Universidad de una manera macro y empresarial, no tienen tacto con las sensaciones del estudiante de a pie, o no podrían imaginarlas de la manera más plena. Cuando el receptor de las problemáticas es, a su vez, un estudiante, su capacidad de empatía es mucho mayor y puede idear soluciones que abarquen más detalles, que de otra forma serían ignorados.


Por otro lado, la actividad democrática genera un gran beneficio social. ¿Podría usted dibujar una imagen que represente el concepto de “participación política”? Muchas personas harían el dibujo de una votación, o de alguien depositando su voto en la urna. Sin embargo, este concepto también abarca que una persona use símbolos que representen una idea, o que haga declaraciones públicas de sus opiniones. Todo esto es participación política, porque se trata de la fabricación y exposición de ideas. Cuando se pone en disputa quién debería ser el portavoz de los intereses estudiantiles, la competitividad entre los candidatos debe tener un mayor esfuerzo intelectual. La razón de esto es porque, a diferencia de las elecciones nacionales, las campañas de los Consejos no se pueden clasificar entre planes de derecha y de izquierda, que buscan fines distintos. En los Consejos Estudiantiles no puede existir esta división ideológica, por lo tanto, los candidatos tienen que esforzarse más en diferenciarse de su contraparte, y esto depende de la calidad de sus propuestas. Aquí la participación política se incrementa, porque es necesario una fabricación profunda de ideas que no se le puedan ocurrir a la otra lista. Incluso si esto no sucede en la realidad, la participación política pasa a manos de las personas que votan en blanco, que fervientemente van a incentivar a sus compañeros a que hagan lo mismo. En los últimos días, se ha observado cómo este movimiento ha actuado activamente por este fin. Cuando los candidatos sienten esa amenaza, tienen que volver a usar sus herramientas intelectuales para exponer su plan de gobierno como algo completo y coherente.


En conclusión, soy consciente de que hay intereses egoístas de algunas personas que se lanzan en campaña, o que muchos votos se basan en el favoritismo y las amistades. Sin embargo, esto no significa que el objeto, los Consejos Estudiantiles, sea intrínsecamente nocivo. La participación política es completamente importante para reformar estas fallas. Las personas deben exponer sus opiniones y no encerrarse en el pesimismo. De esa manera se pueden filtrar las propuestas que buscan crear cosas sin sentido, y también evitar que las personas que no quieren asumir sus verdaderas funciones y responsabilidades entren a este cargo en primer lugar. Es un deber estudiantil leer los planes de gobierno y juzgar con criterio. Cuando el pesimismo hace que perdamos la fe y abandonemos la dinámica electoral, esto solo hace persistir los problemas que tanto detestamos.



Bibliografía


Sartori, Giovanni (2009). La Democracia en 30 lecciones. Madrid: Taurus.

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