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La Inequidad, la Violencia y la Paz

Parece trillado hablar de la inequidad, la violencia y la paz en un país donde las dos primeras han sido problemas históricos de suma gravedad, mídasele por donde se mida. Estos han sido combustible para la polarización, el estancamiento económico y todos los problemas sociales que traen consigo, que nos afectan absolutamente a todos en distintos plazos. Recordemos que estamos en un país donde es muchísimo más fácil pedir perdón que pedir permiso y donde hasta el más rico le roba al que poco tiene, donde creemos que todo se resuelve a los puños y las patadas.


Foto tomada de: Revista Semana


Si bien hemos contado con la suerte, claramente entre comillas, de tener quienes incluso con errores nos han dado un poco de su esfuerzo para ir atacando estos asuntos, han sido pocos quienes han buscado en la raíz del problema para cortar la cadena de fallos desde su inicio. Introduzco ahora el concepto de “la paz”, tan anhelada, discutida e innegablemente cuestionable hoy, después de cinco años del plebiscito e irónicamente de la firma del Acuerdo Final. En este escrito cumple el rol simple de ser el resultado de la disminución de la violencia, esto a partir de lo que considero esencial para lograrlo, el romper la cadena desde el inicio, es decir la inequidad.


La cleptomanía es algo irreparable a gran escala, considero, mientras que el que roba por lo que muchos llaman necesidad al menos tiene razones que muchas veces pueden ser de vida o muerte. En cuanto a quienes asesinan por gusto, ocurre lo mismo que en el anterior caso planteado, pero quienes lo hacen, por ejemplo, por defensa propia, de cierto modo pueden ser muchas veces justificados. Los segundos casos para los dos ejemplos expuestos hacen parte de un grupo de acciones sancionables y moralmente incorrectas que a la vista de quienes las realizan no lo serían del todo. Me gustaría con esto introducir la pirámide de Maslow, bastante conocida para definir las necesidades humanas. Esta se divide en cinco secciones, referentes a los tipos de necesidades, donde las que se encuentran en la base requieren ser satisfechas para que ocurra lo mismo con las que se encuentran en la parte superior. Dichos tipos son, de la base a la punta las siguientes: necesidades fisiológicas o básicas (alimentación, mantenimiento de salud, respiración, descanso), necesidad de seguridad (sentirse seguro y protegido: vivienda, empleo), necesidades sociales, necesidad de autoestima y necesidad de autorrealización (Triangulum, 2016). Con esto claro, es impensable cómo se ha tratado de apuntar a solucionar las necesidades superiores cuando son millones los colombianos que no gozan de siquiera las primeras dos (de la base), o cómo muchas veces se desprestigia el buscar satisfacer estas últimas.


Entre igualdad y equidad siempre he preferido la segunda, pues, como un amigo filósofo contemporáneo dice, la igualdad requiere siempre quitarle a unos para darle a otros, mientras que la equidad se basa en dar a cada quien lo que se merece, según la RAE. Con la equidad la generalización de oportunidades adquiere gran importancia. Creo plenamente en que cuando tienen las mismas oportunidades depende de las personas su propio rumbo, pero para que esto se logre el Estado debería garantizar la posibilidad de gozar de las primeras dos necesidades en varios casos. Puede parecer confuso, razón por la cual quiero aclarar desde ya un punto sobre la tesis, afirmando que la equidad es la vía para evitar la violencia, así el Estado deba garantizar ambas. Considero que ambas necesidades, en un Estado Social de Derecho basado en principios rectores de convivencia y libertades, son necesarias para la otra. Quien cuente con empleo, vivienda y un ambiente físicamente seguro, podrá con facilidad satisfacer sus necesidades fisiológicas, mientras que las fisiológicas son simplemente necesarias para desarrollar toda actividad. Sobre los casos en que las personas no puedan acceder a ninguna de estas la intervención del Estado es necesaria, pero eso es otro tema. Con todo esto, y retomando los ejemplos del segundo párrafo, reafirmo mi postura para la recordación. Cuando el Estado como sistema no está en capacidad de satisfacer las necesidades más básicas de los ciudadanos, se genera la violencia.


Después de más de 250.000 muertos (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2018) se decidió elaborar un pacto que aparentemente acabaría con el conflicto interno en el país, basándose en el cese al fuego, la verdad, justicia, reparación y no repetición, la supuesta solución del problema del narcotráfico, mejores oportunidades para el campo y la participación democrática (Cancillería de Colombia, 2016). Con tan solo analizar la forma en que se desarrolló el Acuerdo, de forma exegética, vemos que hay un punto que podría relacionarse con la satisfacción de necesidades, aquel que se refiere a las oportunidades en el campo. Este punto creo que habría de ser el más fuerte pero, como todos lo hemos evidenciado -muchos puede que ni siquiera conocieran de su existencia-, el Estado ha puesto sus ojos sobre los demás, que además en la práctica han presentado percances dada su complejidad. La reparación de víctimas ha sido parcial y de bajo alcance, el país sigue aumentando las hectáreas sembradas en coca de las cuales una gran parte pertenecen a las disidencias y los asesinatos en zonas rurales a líderes sociales van en auge son ejemplos sobre esto último.


En cuanto a la relevancia del cambio que tanto ha esperado el campo colombiano, y retomando el concepto de equidad, este refleja cómo se puede evitar la violencia desde su raíz. Los principales reclamos durante los acuerdos se relacionaban con la dificultad del progreso en zonas rurales porque, en efecto, el conflicto nació como un problema de la ruralidad colombiana. Y no solo lo complejo que era vivir en el campo colombiano, sino la brecha existente entre este y las zonas urbanas del país. Desde infraestructura y la presencia estatal hasta participación democrática eran peticiones y causas de lucha, en un principio, de las FARC. Esto evidencia que la generalización de oportunidades es fundamental para evitar la inconformidad que muchas personas ven poco viables de solucionar mediante su voz.


Reitero entonces mi posición sobre la necesidad de atacar el problema de raíz. Las disidencias y reincidencias de las FARC, aún dadas las garantías acompañadas de beneficios y las oportunidades para la reinserción, siguen optando por retomar la ilegalidad y la violencia. No tenemos un Estado que esté en capacidad de satisfacer las necesidades básicas de muchas personas, pero tampoco estamos haciendo un verdadero esfuerzo por lograrlo. Sin duda el problema no está principalmente en quienes generan la violencia, sino en el por qué. El Acuerdo evidentemente está para cumplirlo, pero si tratáramos como país de demostrar que al garantizar oportunidades para todos, pasadas las generaciones, lograríamos concertar en la inutilidad de la ilegalidad y la violencia.



La información expresada en este artículo no compromete la voluntad de la Universidad del Rosario ni del Periódico Enclaustrados.


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