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Respuesta al editorial “Las preguntas alrededor de Enclaustrados”

Señor editor:

Es costumbre de lectores aplicados comentar las columnas que leen. Quizá por afinidad con los claustros o por mera casualidad, me enteré de esta interesante iniciativa de fundar un periódico estudiantil en su Facultad de Jurisprudencia, y he leído el editorial con el que lo inaugurará. Dos lemas vinieron a mi memoria ante el nombre de su periódico. Uno de ellos es una exclamación del príncipe Hamlet “Yo podría vivir encerrado en una cáscara de nuez y considerarme el rey del espacio infinito”; el otro, el de una muy conocida Universidad Pública: Inter-aulas academiae quere verum (en las aulas de la academia buscad la verdad). La belleza del nombre del periódico surge cuando su primera “envoltura” semántica, la del encierro, se rompe ante la intuición de infinito, presente y a la vez incontenible en el claustro; y se vuelve convincente ante la posibilidad incontrovertible de hallar la verdad en el interior de sus muros.

Rompe también su equipo de trabajo con la tradición fundacional de difundir un Manifiesto, el voto de fidelidad a una postura, recalcando que son las preguntas, en lugar de respuestas a modo de condiciones iniciales, las que justifican la razón de ser del periódico. Me alegra su coherencia, porque el periódico es estudiantil, y la vida de estudiante, si bien debe apuntar al desarrollo de posturas, debe caracterizarse por el bagaje de sus preguntas. Y no sólo aquellas que atañen al conocimiento, el mayor foco del aprendizaje universitario, sino también las que atañen al comportamiento, donde gravitan cada vez más las expectativas y esperanzas de la sociedad. Al fin de cuentas ¿no son las verdades que requerimos hoy en día complejas estructuras de conocimientos y comportamientos?

Foto tomada de: Universidad del Rosario - Archivo Histórico


Señala el editorial la importancia de recuperar el carácter público de la palabra, advirtiendo del espejismo de considerar público el flujo de información a través de redes sociales, incluso de plataformas virtuales. Que una amplia masa consuma esos productos no significa que, al hacerlo, participe en un ejercicio público de la polémica, ese delicado arte de manejar los polos sin caer en la polarización. No queda duda que ni las redes sociales ni las plataformas virtuales son ágoras para el intercambio de ideas. Son otras las geografías de esas ágoras, que incluso desbordan las aulas mismas: los lugares de encuentro, donde la palabra se hace de tiempo y rito en lugar de caracteres y emoticones. El ejercicio de esa palabra, ya sea oral o escrita, no es un capricho sino la necesidad de contener y nombrar la complejidad del mundo, la estrategia de hacerse rey del espacio infinito estando dentro de una cáscara de nuez. Las leyes de los hombres requieren de la polis. Así lo comprendo, y por eso aplaudo la iniciativa de su periódico. No me ocupo de las leyes de los hombres, más allá de lo que atañe a mi vida de ciudadano; mi cotidianidad está inmersa en las leyes de la naturaleza que, para algunos, se asemejan a las leyes de dios. En contraste con las leyes de los hombres, las de la naturaleza son ajenas a las exégesis, y son otros los caminos que llevan a su comprensión. Sin embargo, las preguntas son también el mecanismo y la estrategia para dilucidarlas. El hombre ha de preguntar siempre, como pulsión o quizá como destino, y lo hace a otro hombre (que puede ser él mismo), pero también a la naturaleza (de la que es parte indisoluble, aunque forcejee por separarse de ella inventando el sueño de la cultura), y por supuesto, a su dios. Ese ejercicio es el fundamento de la formación de pensamiento crítico y del desarrollo de la ética que conduce al compromiso con la búsqueda del bien común.

Que esta nave que parte ahora logre navegar en las mareas de la palabra pública es el deseo que les comparto.

Román Castañeda Sepúlveda

Profesor Titular

Universidad Nacional de Colombia

Miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales


Nota: La información expresada en este artículo no compromete la voluntad de la Universidad del Rosario ni del Periódico Enclaustrados.

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