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¿Bukele podría tener razón? El debate entre el punitivismo y la criminología crítica.


Fotografía tomada de: Vox


¿Bukele podría tener razón? El debate entre el punitivismo y la criminología crítica

Por: Juan Esteban Triviño



En los últimos meses, se han vuelto tendencia los constantes enfrentamientos en Twitter entre el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Ambos presidentes llegaron al poder siendo una promesa de cambio frente al oscuro y fraccionado status quo. Sin embargo, la propuesta de cada uno de los mandatarios para la solución de la violencia interna en sus respectivos territorios es diametralmente opuesta y ha generado el avivamiento de un debate tan antiguo para la humanidad desde la creación del Estado moderno, pero tan relevante en la actualidad como para tener el descaro de ignorarlo. Todo suceso político parte de una idea, de una postura moral que apela a nuestro sentido de justicia, y por lo tanto también es susceptible de estudio. Este artículo busca explicar las bases filosóficas del punitivismo como medida de solución a la violencia y compararlo directamente con la postura de la criminología crítica.


El Salvador era uno de los países con los mayores índices de violencia en las últimas décadas. La idea del monopolio de la fuerza por parte del Estado era un chiste para las pandillas, en su mayoría denominadas maras salvatruchas, que se dedicaban a la extorsión, el narcotrafico, el secuestro y el asesinato de civiles salvadoreños. Desde que Nayib Bukele asumió la presidencia en 2019, el panorama ha cambiado radicalmente con la promoción del modelo de “mano dura” en la lucha contra el crimen. Ya se ha escuchado bastante sobre las violaciones de derechos humanos que se han perpetrado con esta nueva política, es un absurdo ahondar en ese tema, casi tan absurdo como aquellos que tratan de defender estos abusos, pero poco se habla de cuáles son las bases morales del modelo punitivista. Las políticas de “mano dura” pueden sorprender a muchas personas al mostrarse como una verdadera, y la mayor, decisión moral que pueden hacer los Estados frente a esta problemática.


La teoría punitivista es una teoría criminológica que se fundamenta en que la manera más eficiente de abordar la delincuencia es a través del castigo. Es una teoría que ha sido ampliamente criticada, pero que en la práctica se encuentra abrazada en los corazones de un gran número de personas, incluso en algunos de aquellos que dicen contrariar estas ideas. La teoría punitivista se construye a partir de diferentes pilares, los cuales son necesarios detallar.


En primer lugar, el punitivismo considera que el sistema penal debe ser severo y eficaz para disuadir a las personas de cometer delitos en un principio. La justicia debe operar bajo cierta fórmula matemática: que una persona cometa un delito depende de dos factores, (i) la gravedad de la pena de ese delito y (ii) la probabilidad de que sean capturados por cometerlo. Ambas variables aumentan la disuasión a cometer delitos por parte de una persona, debido al mecanismo del miedo que se genera en su mente. Las personas son capaces de hacer escenarios imaginarios para concluir qué acción les genera mayor felicidad. Cuando en ese escenario imaginario se ve más clara una consecuencia dolorosa, que el provecho obtenido del delito, la persona no ejecuta ese acto.


El segundo argumento que sostiene el punitivismo es que esta medida brinda una mayor justicia para las víctimas. Un castigo severo frente a quienes cometieron un delito es el mecanismo moral necesario para la reparación de las víctimas. En el momento en que se comete un delito, se genera una ruptura en el contrato social, un daño moral en la sociedad. El castigo tiene la función de reparar ese daño moral, de cerrar esa ruptura que fue abierta por el individuo. Además, en la comisión de un delito hay un sinfín de consecuencias sobre la víctima que el ordenamiento jurídico no puede cubrir. Por lo tanto, un castigo severo termina siendo la medida aproximadamente más justa frente a ese sinfín de daños. Por otro lado, el sentimiento de justicia se ve satisfecho cuando las víctimas sienten que su agresor está siendo castigado por sus actos. En una sociedad, los sentimientos de impunidad son los mayores determinantes del caos.


Por último, el punitivismo argumenta que las penas largas permiten proteger a la sociedad. La teoría sugiere que las personas que cometen delitos a gran escala y de manera constante, en este caso los miembros de pandillas que se organizan con el único propósito de cometer delitos, son una constante amenaza para el orden de la sociedad. Las medidas punitivas severas mantienen a los delincuentes peligrosos fuera de las calles y se les impide cometer más delitos. Se argumenta que la cultura de la delincuencia se encuentra fuertemente arraigada en cierto grupo de personas, por lo que, en pro de proteger a las personas inocentes, es necesario aislarlos de los espacios de la sociedad donde pueden causar daños.


Esos son los tres principales argumentos de la teoría punitivista como medida legítima de justicia y seguridad en los Estados. Es importante notar que estos argumentos no se alejan de los criterios básicos de moralidad, ya que protegen bienes supremos como la justicia, la integridad de las personas y la paz. Sin embargo, muchos críticos refutan que esta teoría carece de un contexto más profundo sobre el origen y la naturaleza de la delincuencia. Esta contraposición es denominada como “criminología crítica de la justicia social”.


El primer argumento de la criminología crítica es que la delincuencia está influenciada por factores económicos, sociales y políticos, como la desigualdad y la pobreza. Por lo tanto, luchar contra el crimen con mano dura termina siendo solo una dosis de morfina que no cura la enfermedad. Por ejemplo, si una persona no tiene educación ni oportunidades laborales, la alternativa de los negocios ilícitos termina siendo el camino más atractivo, simplemente porque no tiene otra opción. Si la dureza de las penas aumenta y la policía crea mecanismos más fuertes de sometimiento, la delincuencia termina sofisticándose, no disminuye por la disuasión porque, de todos modos, termina siendo el camino hacia una mejor calidad de vida. Por lo tanto, la criminología crítica tiene impacto en tres variantes: políticas públicas, narrativas sociales y dignidad humana de los convictos.


En términos de políticas públicas, reconocer que el crimen es producto de factores sociales y económicos significa que debe haber un mayor uso de recursos en proyectos de infraestructura e inversión social que aumenten el progreso de las personas. Un Estado tiene recursos limitados, donde las opciones pueden ser diversas, pero en muchos casos excluyentes. Invertir en la creación de macro cárceles, nuevo armamento, personal militar y tecnología de seguridad avanzada, puede ser un costo de oportunidad grande al no usar ese presupuesto en la creación de factores de progreso como educación, trabajo y atención médica.


¿Cuál es el beneficio de este enfoque presupuestal? El sistema de justicia termina siendo preventivo antes que resolutorio. En lugar de tratar de reparar los problemas, se busca crear las condiciones necesarias para que los problemas no surjan. Este enfoque termina siendo importante porque evita la creación de daños irreparables en la sociedad. Además, de que de manera colateral, se contribuye a la creación de una sociedad más justa y equitativa.


El impacto de narrativas sociales hace referencia a la percepción de las personas con respecto al crimen del país. En muchas ocasiones, para llevar a cabo un sistema altamente punitivista, es necesario reducir moralmente la dignidad de los delincuentes. Para lograr este fin, se termina incurriendo en herramientas de deshumanización de estas personas. Los delincuentes ya no son percibidos como seres humanos con posibilidades de rehabilitación, sino como animales que deben ser exterminados. Por lo tanto, se terminan manifestando conductas como la justicia a mano propia y el paramilitarismo, que son altamente violentas y desproporcionadas contra los delincuentes.


Por último, el punitivismo termina diluyendo las oportunidades laborales y de reintegración de los convictos. En primer lugar, el aumento de tiempo de las penas asegura una mayor exclusión de estas personas en los espacios de la sociedad, esto se traduce en pérdidas de experiencia laboral y de dinámicas sociales con demás integrantes de la sociedad. Por otro lado, el enfoque que hace el punitivismo sobre el castigo, termina creando pocos incentivos para la creación de programas de reintegración dentro de las cárceles.


Estas dos grandes teorías se manifiestan en la realidad en las políticas de varios gobiernos. Bukele es un claro ejemplo del punitivismo y su imagen favorable va exponencialmente en crecimiento gracias a los preceptos de esta teoría. Por otro lado, Gustavo Petro le ha apostado a los fundamentos de la criminología crítica, que se ve manifestada en sus proyectos de paz. Ambos mandatarios cumplen con ciertos parámetros morales, pero, al mismo tiempo, fracasan abismalmente en otros. Por lo tanto, es un momento crucial en la historia de América Latina de cuál es el tipo de modelo que van a apoyar los ciudadanos de aquí al futuro.


REFERENCIAS.

Garland, D. (2001). La cultura del control: Crimen y orden social en la sociedad contemporánea. Barcelona: Gedisa.

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