
Fotografía tomada él: El país.
El pasado 7 de agosto se posesionó en una plaza de Bolívar multitudinaria el nuevo Presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro. ¿Es el primer mandatario de izquierda en la historia del país? Entre los politólogos y los historiadores existe un debate, puesto que unos responden afirmativamente la pregunta y otros sacan a relucir la figura de Alfonso López Pumarejo y su programa de gobierno “La Revolución en Marcha”, y están también quienes mencionan el periodo de Ernesto Samper. Más allá del rótulo, la posesión del candidato es histórica en un país que no había tenido gobiernos alternativos en todo su siglo XXl, una excepción en el contexto latinoamericano que vivió la “marea rosa” con la elección de movimientos de izquierda en la primera década del milenio. ¿Qué se puede esperar entonces del nuevo gobierno? Un análisis del discurso inaugural permite dilucidar el pensamiento, las apuestas y los retos que aguardan en los próximos 4 años.
La historia del electo mandatario está atravesada por el conflicto armado que ha asolado la nación por décadas. Durante años fue un guerrillero del M-19 que logró desmovilizarse gracias a un acuerdo de paz de inicios de los 90’s. Lo anterior puede explicar en parte su propuesta de misión colectiva en la que: “Cumpliremos el Acuerdo de Paz, seguiremos a rajatabla las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad y trabajemos de manera incansable para llevar paz y tranquilidad a cada rincón de Colombia”. Ahí ya hay un quiebre importante con el saliente gobierno, uno que despreció el Informe de la Comisión al insinuar que poseía “posverdad”; dificultó la labor de la Jurisdicción Especial para la Paz con las objeciones a su ley estatutaria; y rechazó desde el partido de gobierno la creación de las CITREP. Petro es consciente de la apertura democrática que generó el Acuerdo de Paz con las FARC-EP, del que surgieron normas y jurisprudencia como el Estatuto de la Oposición y las sentencias que flexibilizaron los requisitos para conceder personería jurídica a partidos, cuestiones que le permitieron llegar a ser presidente. He ahí su primera apuesta y compromiso.
En segundo lugar, está la evaluación de la política de drogas que deja el gobierno de Iván Duque, de corte prohibicionista y policivo, que insistió con el uso del glifosato para la erradicación de cultivos ilícitos y la criminalización de consumidores. Hace bien el nuevo presidente en proponer “una nueva Convención Internacional que acepte que la guerra contra las drogas ha fracasado, que ha dejado un millón de latinoamericanos asesinados, durante estos 40 años, y que deja 700.000 norteamericanos muertos por sobredosis cada año”. Aquí hay un cambio de discurso radical, ya que se supera la culpabilización de los países del sur global como únicos causantes del flagelo de las drogas. Hay entonces un reclamo de responsabilidad, justo y necesario, hacia los países del norte para que reconozcan su participación en un mercado que existe gracias a consumidores y productores. Es de esperar que en el cuatrienio se propongan proyectos para la legalización de drogas como marihuana y se retorne al enfoque de sustitución de cultivos, de la mano de una diplomacia que supere un discurso caduco impuesto a los países latinoamericanos.
Asimismo, el presidente Petro fue reiterativo en su meta de transitar a una economía sin carbón, petróleo, ni gas, por lo que no habría más contratos para la exploración de nuevos yacimientos de recursos. De ahí surgen dilemas para el nuevo gobierno: ¿Cómo garantizar una transición que vele por la soberanía energética, cuando los yacimientos actuales tienen años contados de vida útil? Y ¿Cómo financiar el enorme gasto social propuesto si una parte importante de los recursos del Estado proviene del sector hidrocarburos? El objetivo de contribuir con un modelo productivo y economía ecológica es loable, la cuestión es que ya lo estamos haciendo: un 76,17% de la matriz energética colombiana proviene de energías renovables y Suramérica solo produce un 4% de las emisiones de CO2 anuales (OurWorldInData, 2021). Claro que la transición es importante, pero debe ser responsable y reconocer la situación fiscal y energética del país. Haría bien el presidente en recordar parte de su discurso: “No somos nosotros los que emitimos los gases de efecto invernadero. Son los ricos del mundo quienes lo hacen».
Ahora bien, del discurso inaugural quedaron por fuera temas que habían sido parte de la campaña y el plan de gobierno como la reforma a los organismos de control, la tan discutida reforma agraria integral, las políticas públicas para la población LGTBIQ+ y los cambios al régimen de salud, pensiones y administración de justicia. Sin embargo, con las 3 cuestiones abordadas se puede ver un discurso disruptivo que tiene enfoque vanguardista en temas de drogas, necesario y estatista en temas de paz, y polémico en cuanto al sector minero/energético. Queda por esperar entonces que el ambiente de esperanza y cambio que se respiró en esa tarde soleada del domingo perdure durante los 4 años del nuevo gobierno.
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